Al hilo de la entrada anterior
quería hablar un poco de mi visita a Lisboa y alrededores. A pesar de ser un
país tan cercano y muy asequible en coche, había relegado su visita en muchas
ocasiones. Finalmente la pasada Semana Santa decidimos pasarla en
Lisboa. La experiencia fue altamente recomendable, de hecho, para la próxima
Semana Santa, tenemos pensado volver, esta vez al norte, a Oporto.
. . . cuenta la leyenda que Lisboa
fue fundada por el astuto e intrépido Ulises, tomando la ciudad su propio
nombre, Olisipo . . .el héroe de la Odisea bien pudo desembarcar en una de la
arenosas orillas del río Tajo . . .
Lisboa es
una ciudad de contrastes, alberga una gran variedad de monumentos, plazas,
museos y parques que la hacen una ciudad moderna, grandiosa y cosmopolita. Sin
embargo, sus barrios están repletos de casas derruidas, tranvías ancestrales,
rincones oscuros propios de la decadencia de una ciudad portuaria. Con todo,
con sus virtudes y sus defectos, Lisboa es una ciudad fascinante con un sinfín
de barrios diferentes e interesantes para descubrir paseándola.
Otro
punto a favor de Lisboa, en general de Portugal, es su gastronomía. Para los
amantes del pescado, conocen mil y una formas de cocinar el bacalao y lo
acompañan con ensalada, arroces, legumbre, patatas, etc. Además, la comida es
bastante barata de manera que te puedes permitir comer en restaurantes por muy
buen precio. No os perdáis las “cataplanas”, es una forma especial de cocinar,
especialmente, los pescados. Cuidado con los aperitivos, siempre te los ponen
en la mesa antes de que pidas pero luego te los cobran y, en comparación con el
precio general de la comida, bastante caros.
Para los amantes del café es un lugar ideal
porque sus famosas “bicas” recuerdan mucho al café expreso italiano, delicioso.
Para acompañar, pedid pastelitos de Bélem, son unos pastelillos hechos con nata
a los que se les echa canela por encima y están deliciosos. Se dice que los
originales solo están en una pastelería del barrio de Bélem (la reconoceréis porque
tiene unas colas descomunales), sinceramente no quise hacer cola para
probarlos, pero los que venden en el resto de las pastelerías son
espectaculares.
En cuanto a qué ver, hay muchos
lugares dignos de mención, el centro es peatonal y está lleno de tiendas,
grandes plazas como la Praça do Comércio,
abierta al mar con increíbles vistas y la plaza de Sao Carlos, con el Teatro
Nacional al fondo, muy bulliciosa y cosmopolita. En una esquina de esta plaza
hay una freiduría buenísima y muy bien de precio. Probad las samosas, son exquisitas.
El Castelo de San Jorge, la
entrada es bastante cara aunque te da acceso a todo el recinto y merece la pena
visitarlo. Por su buen estado de conservación te puedes hacer una idea muy
clara de cómo era la vida medieval, no os lo perdáis.
. . . Castello de Sao Jorge . . .
desde la Edad Media los castillos cumplieron función de defensa, de residencia,
de símbolo del poder nobiliario y en ocasiones articuladores del territorio y
centros de comercio . . . paseando entre sus murallas es fácil imaginar a
nobles y reyes viviendo aquí, dentro de su burbuja, totalmente ajenos a la
realidad de su propio pueblo . . . con cierta tristeza compruebo que en algunas
cosas no hemos avanzado nada en los últimos siglos . . . .
Pasear por el Barrio Alto, recogerse en la catedral, cenar en Alfama mientras
se escucha un fado y, por supuesto el barrio de Bélem.
Para llegar a Bélem, que está a unos
cinco kilómetros del centro de Lisboa, tenemos la opción de coger tranvía o
bus, o de realizar un gustoso paseo matutino a orillas de Tajo.
. . . paseando a orillas del Tagus,
la gran arteria que hiere
el corazón ibérico,
y viene a este lugar a morir,
a ser engullido por el mar Tenebroso,
mis pasos siguen su curso,
con parsimonia me acerco al Océano,
y tarde o tempreno
compartiré su destino . . .
En Bélem nos encontramos con varios
monumentos de gran interés y de una belleza sin igual, desde mi humilde
opinión, el monasterio y la iglesia de los Jerónimos. Este barrio es tan
diferente al centro de Lisboa que parece que estuvieras en otro lugar. Es
bastante caro el acceso, sin embargo es gratuito (o era) domingos y festivos
hasta las 14.00 horas. Lo mismo ocurre con el resto de los monumentos de este
barrio, entre los que se encuentra la Torre de Bélem, torre albarrana (como la
torre del Oro) utilizada en su tiempo para controlar el río y el monumento a
los descubridores dedicado a todos los exploradores portugueses que dieron a
conocer y conquistaron el nuevo mundo.
Para los amantes del arte, hay un
museo perteneciente a una fundación privada, el Museo Calouste Gulbenkian,
situado en la zona más moderna de la ciudad, que posee piezas muy interesantes
de todas las épocas y procedencias. No os perdáis el parque del Marqués du
Pombal en esta misma zona de la ciudad.
En cuanto al resto de los museos, de
titularidad pública, como el Museo de Ciencias e Historia Natural, la verdad es
que están bastante mal cuidados y en condiciones cuestionables.
Saliendo de Lisboa, no muy lejos,
encontramos varios pueblos que son dignos de ver tales con Sintra, dónde se
encuentra la Quinta da Regaleira, así como el Palacio da Pena (escandalosamente
caro por lo que ni se me ocurrió entrar), Cascais, cuya abrupta costa es
preciosa y dónde se encuentra la Boca do Inferno dónde supuestamente
desapareció el nigromante Aleister Crowley.
Boca do Inferno (Cascais)
. . . atronador ruido
de mar embravecida,
el acantilado
abre sus terribles fauces
y se traga con violencia el océano,
de la misma manera
que un lejano día
engulló sin piedad cristiana
al malvado nigromante
Aleister Crowley . . .
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